Mérida, Carlos – Guatemala/México
1891-1984 | Arte Latinoamericano
Nace en la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala, en 1891, dentro de una familia de clase media. De ascendencia maya-quiché (o k’iche’) por parte de padre, abogado, y española por parte de madre, que era maestra.
Comienza su formación muy joven en música pero pronto se vio obligado a abandonar esta disciplina por problemas de audición. Siendo esta su gran pasión frustrada, Mérida continúa desarrollándose y formándose en las artes plásticas, su otra inquietud también temprana. Estudia pintura en el Instituto de Artes y Oficios de Guatemala. Allí conocerá al pintor Carlos Valenti, con el cual traba amistad y a quien acompañará en un viaje a París en 1912.
Tras vivir el trágico suicidio de su amigo tan solo cuatro meses después de su llegada a Francia, Mérida queda devastado y abandona el país. Comenzará a viajar por Europa, pasando por países como España, donde tomará clases de diseño geométrico en la academia Anglada Camarasa por recomendación del propio Picasso, para posteriormente regresar a París.
En 1914, con el conflicto de la Primera Guerra Mundial a punto de desatarse en Europa, viaja de vuelta a Guatemala. Al poco de llegar ya realiza exposiciones individuales y su figura se afianza a nivel nacional e internacional.
En 1919 se instala en México y se vincula estrechamente al arte y la cultura de este país, tanto que se le considera parte indiscutible de la historia del arte mexicano.
Mérida viajará en repetidas ocasiones a Nueva York y a París. Concretamente al continente europeo regresa en 1927, viaje en el que se vinculará con el movimiento surrealista.
Mérida comienza su formación en su país natal, pero pronto viaja a Europa, donde pasa temporadas en España y Francia. Del arte de la vanguardia artística europea le interesa el cuestionamiento que supone de los cánones establecidos. De todos los movimientos llaman especialmente su atención el cubismo y el arte abstracto, las cuales centran la atención de nuevo en el objeto artístico, en las cuestiones formales y estéticas, esto es, en la esencia del cuadro.
Entre 1915 y 1917, ya de vuelta a Guatemala, la obra de Mérida se centra en la representación de escenas de la vida cotidiana y la tradición local, en sintonía con la obra de otros autores amigos y contemporáneos suyos. Estos se aúnan y trabajan a partir de la idea de carácter nacional común, que posteriormente Mérida denominará como “movimiento pro-indígena”. En esta época predominan las representaciones de mujeres indígenas ataviadas con ropas tradicionales, cargando a sus hijos; o la representación de tradiciones indígenas como la ofrenda de maíz o alegorías, en las que las mujeres también eran protagonistas.
A su llegada a México colaborará con Diego Rivera como ayudante en el mural La creación, del Anfiteatro Bolívar, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (1922). Sin embargo, pronto se desligaría del concepto y la propuesta de arte nacional que planteaba la Escuela de Pintura Mexicana, para apostar por un lenguaje de referentes locales pero basado en el arte internacional. Pasa a formar parte así del denominado Grupo de la Ruptura, en el que también se encuentran artistas como Rufino Tamayo o José Luis Cuevas.
La propuesta de Mérida pasaba principalmente por un nuevo arte nacional ligado a la herencia precolombina y las teorías plásticas formalistas; un arte basado en las cuestiones plásticas y formales, alejado de la narratividad.
En 1927 viaja de nuevo a París. En esta segunda estancia su lenguaje se inclina hacia la abstracción lírica, con una fuerte presencia de las referencias a la cultura indígena. Siguiendo con la simplificación del lenguaje, la línea se suaviza y sus composiciones se vuelven más dinámicas. En las obras de los años 30 y 40 podemos ver la influencia de la pintura moderna europea en él, especialmente del surrealismo -con el cual se le llegó a vincular-, y de la obra de autores como Miró, Klee, Kandinsky o Picasso. Sin embargo, Mérida mantiene su esencia puramente americana y su búsqueda por un arte que refleje la identidad nacional.
Entre los años 50 y 60 Mérida trabaja el arte con una visión arquitectónica, es decir, concibiéndolo como parte integral de un conjunto arquitectónico (lo que se denomina “arte integrado”). Vuelve la geometría a su obra, permitiéndole transformar sus figuras indias e integrarlas en la arquitectura, realizando creaciones monumentales, tanto como la propia arquitectura. Su lenguaje mantiene la línea y las texturas.
En los años 70 alcanza su mayor grado de geometrización, con formas aún más rectilíneas, pero conservando la vitalidad del color (rojos, azules, marrones, turquesas, naranjas).
Su lenguaje se basa en la combinación de elementos precolombinos figurativos con el lenguaje moderno abstracto, que combina el muralismo, el cubismo, el surrealismo y la tradición artística mesoamericana.
Durante toda su trayectoria Carlos Mérida realizará su obra en una gran variedad de técnicas como pintura al óleo, acuarela, gouache, lápiz, pergamino, plástico, vidrio, cerámica y temple.
Silvia Sánchez Ruiz
Curadora
ESPINOSA CAMPOS, Eduardo. “Notas sobre la relación de Carlos Mérida con la música y la danza”. En: Entre acordes y pinceladas : La música mexicana en imágenes pictóricas. Coord.: ZAMORANO NAVARRO, Beatriz. ADDENA, N14, 2006. Disponible en: https://docplayer.es/14237035-Entre-acordes-y-pinceldas.html [consulta: 10/12/2022]
FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, Rodrigo. “Carlos Mérida a mano alzada” [en línea]. UFM. Disponible en: https://educacion.ufm.edu/carlos_merida_a_mano_alzada/ [consulta: 10/12/2022]
MÉRIDA, Carlos. “Abstracción y Americanismo” (México, 1957). En: https://icaa.mfah.org/s/es/item/868536#?c=&m=&s=&cv=1&xywh=99%2C299%2C1462%2C818 [consulta: 13/12/2022]
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