Miró, Joan – España

1893-1983 | Arte Europeo

Vida y obra de Joan Miró

Joan Miró nace en Barcelona, en 1893. Artista polifacético, cultivó la pintura, la escultura, la cerámica y el grabado, y es considerado como uno de los máximos exponentes del surrealismo.

Compagina sus estudios de Comercio con las clases de dibujo que se impartían por las tardes en la Lonja de Barcelona. Tras finalizar sus estudios y un año trabajando como contable, una enfermedad lo obliga a retirarse a la masía familiar de Mont-roig del Camp durante un tiempo. Tras su convalecencia toma la decisión de dedicarse al mundo artístico por completo. Ingresa en la Academia de arte de Francesc Galí y toma clases de dibujo al natural en el Círculo Artístico de Sant Lluc. Durante sus años de formación recibe también la influencia de las tendencias vanguardistas europeas a través de publicaciones, las cuales llamaron especialmente su atención.

Los inicios y primer contacto con el surrealismo

En un inicio, la pintura de Joan Miró estuvo dominada por la figuración centrada en los paisajes, retratos y desnudos, caracterizados por la práctica de un expresionismo formal con marcadas influencias fauvistas y cubistas. Su estilo irá evolucionando hacia una pintura plana y un grafismo de carácter ingenuo pero minucioso, cuyo ejemplo más representativo es su obra La Masía (1921-1922).

A principios de los años veinte se traslada a París, allí trabaja en el taller de Pablo Gargalló y conoce a Picasso, André Masson, Ernst Hemingway, Tristán Tzara, Paul Klee y André Breton. Su obra evoluciona hacia una mayor definición de la forma, lo que indica el inicio de un nuevo lenguaje que ya incubaba elementos fantásticos y oníricos, aunque con su particular sello y arraigo a lo popular. También vemos en obras el empleo de la composición lineal, la recreación de atmósferas irreales y el uso de campos cromáticos matizados, heredados de Paul Klee.

Su relación con los surrealistas le llevó a comenzar por incorporar en su obra elementos propios del movimiento, como el jeroglífico y el signo caligráfico, y en 1924 firmó el Manifiesto surrealista. Una de las pinturas más características de este periodo es Carnaval de Arlequín, (1924-25) considerada como el inicio del surrealismo de Joan Miró.

En 1926 trabaja junto a Marx Ernst en los decorados y el vestuario del ballet Romeo y Julieta, para los Ballets Rusos de Diáguilev y dos años después realiza sus primeros collages-objetos de inspiración dadaísta, una serie titulada Bailarinas españolas.

Entre 1928 y 1929 Miró sufre una etapa en la cual se cuestiona el sentido de la pintura y regresa a la figuración y el preciosismo pictórico, inspirado por la pintura neerlandesa del siglo XVII, país al que viaja en esos años. No obstante, esta experiencia le sirve también para ir desarrollando la teoría que derivará en su lenguaje esquemático y de abstracción conceptual posterior.

Del surrealismo abstracto al individualismo plástico  

Tras contraer matrimonio con Pilar Juncosa en 1929 se traslada a vivir a París de nuevo. Una vez de vuelta al ambiente artístico parisino reconecta con la temática de lo onírico y el inconsciente, y decide acabar con los métodos convencionales de pintura para siempre. Comienza entonces la búsqueda de la automatización de la pintura, centra su atención en el subconsciente y en el mundo de los sueños y se distancia del detallismo característico de su primera etapa. A partir de ahora su trabajo se inclina cada vez más a la abstracción y al ingenuísimo (o arte naíf), mediante el empleo formas simples y la reducción de su paleta de color a colores primarios, una estética que mantendría en toda su producción futura.

A finales de la década las diferencias dentro del grupo surrealista son cada vez más notorias tanto en la plástica como en la faceta política. A pesar de aceptar los principios del surrealismo, Miró se fue distanciando de los postulados del movimiento y, aunque siguió pintando, se centró más en la creación de collages caracterizados por una estética muy particular, diferente a la propuesta por el cubismo.

A partir de los años treinta vive y trabaja a caballo entre Mont-roig, París, Barcelona y Nueva York. Durante estos años amplía su repertorio de disciplinas, realizando aguafuertes, ensamblajes de objetos, collages, pinturas sobre tabla, el bajorrelieve y la escultura.

En 1936 las circunstancias políticas que se viven en la península le obligan a trasladarse con su familia a París, desde donde apoya la causa republicana. Pero el ambiente belicista se extendía por Europa por lo que la familia se volvió a trasladar, esta vez a Normandía. Allí realizó la famosa serie de Constelaciones de Joan Miró, pequeñas pinturas hechas sobre papel en las que se aprecia un retorno a la ingenuidad de la iconografía mironiana tradicional, a través de la representación de pájaros, mujeres y estrellas sobre un laberinto de líneas negras salpicado de colores primarios.

Debido a los acontecimientos provocados por la ocupación alemana decide abandonar Normandía y se instala en Mallorca, donde compagina la pintura con la incursión en otras técnicas, como la escultura y el grabado.

La obra gráfica en Joan Miró

Desde su etapa inicial, el artista había mostrado interés por las artes gráficas y durante una de sus estancias en Nueva York trabajó con el prestigioso grabador Stanley Hayter en el Atelier 17, enriqueciendo sus conocimientos calcográficos, que dieron su fruto en diversas obras, como los grabados de la serie Barcelona.

La escultura en Joan Miró

La escultura despertó en él un interés temprano y le dedicó parte de su tiempo, pero no será hasta la década de los años cuarenta cuando ponga su foco de atención en esta técnica. En ella desarrolla su gusto por la creación de volúmenes y espacios, así como la incorporación de objetos cotidianos o simplemente encontrados. Por entonces funde también sus primeros bronces y empieza a trabajar con distintos materiales, como el mármol y el hormigón revestido con cerámica, técnica que desarrollará en colaboración con el ceramista Josep Llorens Artigas en la realización de murales de gran tamaño para diversas instituciones de uno y otro lado del Atlántico.

 

Desde la década de los años cincuenta, Miró es un artista internacionalmente conocido y sus obras son expuestas por todo el mundo. Alterna la obra pública de gran tamaño con obras de menor envergadura, como sus collages, bronces y tapices.

A partir de los años sesenta, se inaugura una nueva etapa en las pinturas de Miró, caracterizada por la simplicidad en el trazo de sus grafismos, propia de la espontaneidad infantil. Realiza gruesos trazos en color negro, sus telas muestran goteos y salpicaduras de pintura y en sus temas alude reiterativamente a la tierra, el cielo, los pájaros y la mujer, representados en colores primarios.

Uno de los grandes proyectos del artista fue la creación de la Fundación Miró de Barcelona, encargada de gestionar y difundir el legado del artista.

 

 

Silvia Sánchez Ruiz
Curadora

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